viernes, 30 de septiembre de 2011

Día 28 (...)

¡¡¡PERSONAS!!!

Los juguetes de T son... Son... ¡Personas!

No puedo creermelo. Su juego... Sus juguetes... Todo este tiempo siempre ha estado hablando de personas. ¡Personas vivas! Cuando el robot vino a buscarme me llevaron hasta la calle, donde Kai me esperaba. El aparato que me mostró a la hermana de T, Annie, también nos acompañaba. Me hicieron subir a lomos del gran animal. Y en apenas unos minutos ya estábamos en la playa...

Fue una sensación tan extraña... Ver el mar... Todo lo que nos rodea es ese mar infinito. ¿Qué habrá más allá del horizonte...? Ahora me paro a pensarlo, pero en ese momento apenas tuve tiempo. Nada más llegar, los helicópteros empezaron a aparecer. Y sin saber muy bien por qué, empecé a moverme como una auténtica autómata.

De uno en uno, los helicópteros descendieron a muchas personas diferentes. No recuerdo ya sus caras, pero sí algunos nombres -cada cuerpo tenía una placa con nombre, lugar de procedencia, profesión, edad y otros datos que ya no me interesaron demasiado. Tuve que recoger todas las identificaciones de la gente de la playa este. Nora, Nicole, Dmitry, Senryu... Y algunos más de los que no me acuerdo el nombre.

Fue duro. Muy duro. Todas esas personas desconocidas para mí y, a la vez, tan cercanas... ¿Recordarán ellos su pasado? ¿Sabrán qué hay más allá de esta isla? Y, sobretodo... ¿Entenderán por qué están aquí?

Después de realizar esta tarea, Kai volvió a aparecer  junto con el trasto proyector. En vez de la imagen de la niña muerta, apareció la cara de T. Parecía algo mejor. Me dijo que tenía que quedarme escondida entre los árboles de la siguiente playa a la que íbamos a ir. Mañana, dijo, cuando se despierten todos y no sepan qué hacer, tú les ayudarás. Annie ayudará al otro equipo.

Así que eso hice. Fui hasta la playa del oeste y vi como de nuevo un puñado de helicópteros dejaban caer diferentes cuerpos, diferentes vidas con diferentes nombres... Las placas identificatorias ya están en manos de T. Tanta gente... Emilio, Heiji, Greb, Lluis...

Después de un día así, estoy agotada. Y ahora que estoy sola, viendo como los últimos rayos de luz se apagan, empiezo a tener miedo y las dudas me asaltan. Pero ir yo sola hasta la Torre ahora mismo sería un suicidio... Sólo puedo esperar que llegue el nuevo día.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Día 28 (ya sale el sol)

T no se ha movido en toda la noche.

Abrió un momento los ojos cuando la noche era ya profunda. Yo no era capaz de dormirme sintiéndome tan mal como me sentía. Creo que mi deuda ha crecido, y mucho. Por ello no pude negarme.

Se quitó la máscara y empezó a hablarme con un hilo de voz tan débil que tuve que acercarme a ella para entender qué decía. En resumidas cuentas, me pidió un favor, uno realmente importante. Dadas las circunstancias, ella no estaría lista para recibir a los juguetes. Tendría que hacerlo yo. Me explicó todo el procedimiento como pudo antes de caer exhausta.

La cuestión es la siguiente. En apenas unas horas, varios helicópteros aparecerán. Yo tendré que estar en la playa del este esperando los primeros vehículos. Ahí será depositada la primera carga de “juguetes”. Una vez estén todos colocados como dictan los informes que me han ofrecido los robots, Kai aparecerá y me transportará a la otra punta de la isla, donde el resto de “juguetes” aparecerán también.

Otra de mis tareas será colocar en los árboles más próximos unos anuncios, o algo así, en los que se explican las normas del juego. No sé por qué todo esto empieza a inquietarme demasiado. ¿Qué son en realidad esos juguetes…?

Es la hora. Me despediré debidamente de T y partiré hacia la playa. A partir de hoy todo cambia. Es el comienzo de… Algo.

Día 27 (consecuencias)


Al final fue una mala idea eso de irnos a pasear juntas. Cuando abrimos la puerta ya me percaté de que a T se le cambiaba la cara, pero no quise darle importancia. Empezamos a caminar por la montaña. Ella me ofreció que uno de sus robots me llevase a mí también, pero no quise; prefería bajarla andando. Me encantó la experiencia. Mientras descendía T iba siguiéndome los pasos en brazos de uno de sus robots. La cara de terror que ponía cada vez que miraba hacia abajo era realmente cómica…

Llegamos abajo después de mucho rato y algún que otro resbalón. Estaba empapada en sudor, pero me sentía tan bien… Pero T no parecía pensar lo mismo. La vi aún más pálida que de costumbre. Pero estaba haciendo eso por ganarse mi perdón, así que, idiota de mí, pasé del asunto y empezamos a caminar por el límite del bosque, buscando algún lugar bonito en el que pararnos a comer.

Todo iba perfecto. Al cabo de unos 20 minutos, más o menos, T dejó de hablar. Tan sólo me asentía y sonreía algo forzada. Su palidez iba en aumento. Empezó a temblar. Después llegaron las toses. Cada vez más. Y más. Finalmente fui capaz de apartar el orgullo a un lado cuando la vi inclinarse hacia delante hasta caer. Asustada, ordené a los robots que la llevasen a su habitación y, tal y como ella me explicó días atrás, los programé para una emergencia respiratoria.

Ahora estoy sentada en el sillón frente a ella, mirando como duerme con una máscara de oxígeno colocada. Y todo por mi culpa. Todo para ganarse mi perdón. ¿De verdad que le importo tanto…?

Día 27 (¡Al fin!)


T ha aparecido. Ya era hora, la verdad. Empezaba a sentirme enferma de estar sola, sin nadie con quien hablar ni nada. Incluso me pasé todo el día de ayer sentada en una rama de un árbol con una manada de jabalíes abajo mientras intentaba comunicarme con ellos pero, claro, no me contestaban.

A pesar de mis miles de preguntas, T se ha mantenido callada. No me ha dicho dónde ha estado, ni por qué. Simplemente me ha pedido perdón y ha intentado compensarme con una agradable comida. Espero que no se crea que será tan fácil que la perdone…

Hoy también me ha dicho que no tengo por qué entrenar más. Que descanse, que mañana será un día importante. Parece ser que mañana llegarán sus “juguetes”, y yo podré saldar mi deuda con ella. Pero al contrario de la última vez que me dijo eso, le he pedido que se quede a mi lado. Ha sonreído. Y ha accedido. Así que nos vamos de excursión, como compensación. ¡Luego escribiré qué tal ha ido!

Día 23 (y siguientes)


He estado entrenando todo el día, por hacer algo, entretenerme, intentar no pensar… También he paseado mucho por la selva. He intentado no alejarme demasiado de la torre para evitar que me pasase nada extraño, que nunca se sabe… Y T no aparece. No sé dónde se habrá metido. Me pone algo nerviosa sentirme sola en un lugar tan grande…

Día 24. T no aparece.

Día 25. T no aparece.

Día 26. T no aparece y me siento extremadamente sola.

Día 22 (no entiendo nada...)

Quizá suene extraño viniendo de alguien que no conoce, o más bien recuerda, qué es la realidad pero... Hoy he sentido que todo lo que está pasando no es real. No puede serlo. No tiene sentido.

Nada más levantarme T me ha llevado unas plantas por encima de su habitación, a un lugar al que nunca había entrado. La seguridad para acceder a esa sala es extrema; ni si quiera mi llave podría abrir las 5 puertas que bloquean el paso. Una serie de escáneres han identificado a T y la han dejado pasar. Antes de cruzar la quinta puerta, nos hemos puesto unos trajes muy gruesos que enseguida me han dado mucho calor... Pero después los hemos necesitado.

La puerta se abrió. Era una sala no muy grande y bastante vacía. La escarcha lo recubría todo. En el suelo se notaba un único camino muy frecuentado -supongo que por T, ya que es la única que entra aquí- que va directamente a la otra punta de la sala. Y ahí, tumbada en una preciosa cama cubierta por una mampara acristalada, una niña. Annie. La hermana pequeña de T.

No ha querido darme los detalles. Tan sólo me ha dicho que este era su secreto más preciado y que quería confiármelo para probar que podía ser de confianza. Estaba embobada, observando el cuerpo inerte de esa pequeña niña, cuando he escuchado un ligero zumbido detrás de mí. Al girarme, he visto junto a T una especie de robot, pero muy diferente a los que suelo ver. Era un simple disco algo grueso con un pequeño proyector. Y desde ese proyector salió disparada una imagen que quedó plantada frente a mí... Annie.

T ha intentado explicarmelo, pero no llegué a comprenderlo del todo. Annie está muerta, pero viva a la vez. Pero la Annie viva no está viva, sólo es una imagen, un programa informático codificado de tal modo que se asemeja mucho a ella. Pero no está viva. Y T quiere cambiar eso. Me pregunto cómo...

Después de la visita a esa tumba, mi compañera me ha dejado en su habitación y me ha dicho que disponía de todo el día para mí misma, pudiendo ir a las salas de entrenamiento e incluso al exterior. Ella se ha largado sin decir nada más, no sé a dónde ni por cuanto tiempo. Supongo que no le debe sentar muy bien entrar en esa sala... O quién sabe. 

Voy a aprovechar para dar una vuelta por el exterior, a ver si después de todo esto me puedo despejar un poco.